35 AÑOS DESPUÉS, LAND ROVER ILUMINA LA ESTRELLA
CONOCE LA HISTORIA
EL PUEBLO
En un lugar de Teruel, lejos del estrés y del Wi-Fi, está La Estrella. Su historia comenzó con la toma de un castillo en el siglo XIV y siguió con una fuente de la que, dicen que gracias a la Virgen, comenzó a manar agua en una época de sequía.
Después de una inundación que arrasó con medio pueblo, hoy su historia se mantiene gracias a sus dos únicos habitantes: Martín y Sinforosa.
SUS HABITANTES
MARTÍN
Hace muchos, pero muchos años, las ovejas de Martín fueron al mismo lugar donde estaban las cabras de Sinforosa. 12 años de novios y 55 de casados después, los dos siguen en La Estrella, solos. Sinforosa dice que de ahí no se mueve y Martín dice que, si Sinforosa no se va, pues él tampoco.
SINFOROSA
Se levantan cuando no tienen más sueño, comen lo que sale de su huerto y se enteran de lo que pasa en el mundo gracias a una radio. Si alguien duda de la efectividad de este estilo de vida, ahí va un dato: la primera vez que Sinforosa se tomó un medicamento fue a los 76 años.
EL TRANSPORTE
La Estrella está a 26 km de Mosqueruela. Para llegar, además, hay que afrontar un descenso de 700 m. Esto, que de por sí es complicado, se complica más cuando nieva o llueve, que por cierto es bastante a menudo.
Por eso Martín y Sinforosa, cuando la situación se pone difícil, tiran de su Land Rover, que les ayuda a salir y a volver a casa desde hace 35 años, que fue cuando lo compraron.
Este Land Rover, además de años, sigue acumulando anécdotas, como las seis veces que ha tenido que remolcar otros coches para sacarlos del río.
LOS TRES REYES MAGOS
MELCHOR
Martín y Sinforosa dicen que no necesitan nada. Que los regalos son para los niños y los lujos para los de la ciudad. Pero hace mucho, puede que demasiado, que la Navidad no pasa por La Estrella.
GASPAR
Y aunque la Navidad no llegue al pueblo, Land Rover sí que puede, por eso, tres Range Rover Velar visitaron La Estrella cargados de luces y de espíritu navideño.
BALTASAR
Y aunque Martín y Sinforosa dicen que no necesitan nada, la sonrisa que pusieron al ver su pueblo iluminado por primera vez en 35 años los delató. Aunque el mejor regalo, que fue conocerles, nos lo llevamos nosotros.
